Revisión médica pre-inicio de clases

Mes 1 - Día 1

"Mañana se realizará la primera revisión médica antes de iniciar las clases. La asistencia es obligatoria para todo el alumnado, sin excepción alguna. Los cursos de ciclos iniciales deben presentarse al Hospital del Instituto a las 8 y media de la mañana, sin retraso. Allí deberán dirigirse a la Planta 1 y esperar a que una enfermera les de las indicaciones necesarias."

Así decía el anuncio colgado de cada puerta de los dormitorios. Y entre bostezos, miradas curiosas y muecas de desagrado se dirigieron hacia dicho hospital para iniciar una de sus primeras rutinas.

Cuando las puertas de cristal automáticas se abrieron ante ellos apareció un ambiente de trabajo rodeado por paredes blancas y decoración de colores claros con muebles cálidos.

Subieron a la primera planta por unas escaleras platinadas intercambiando algunas palabras entre ellos, en voz baja. Allí había varias enfermeras que entraban y salían por unas puertas de madera azules, llevando consigo varios objetos.

Una enfermera de estatura media, de melena de noche les miraba con sus ojos púrpuras, al mismo tiempo que observaba una ficha que sostenía sobre una carpeta. Frunció el ceño.

- Vosotros dirigiros hacia el fondo de la sala -con voz melosa, se dirigió hacia un grupo de alumnos que obedeció al acto.

Volvió sus ojos de nuevo a la ficha, comprobando así que el número de personas que habían de primer año no coincidían con las que se encontraban ante ella. Suspiró. Siempre había alguien que se dormía o se perdía.

- En fin, no sois todos pero empezaremos ya. Las chicas deben entrar por la puerta 1 y los chicos por la puerta 2. Está prohibido entrar a la consulta del sexo contrario, ¿de acuerdo? Cada año siempre hay alguien que ignore esa norma y se producen hemorragias nasales, sobretodo en las chicas.

Ellas rieron por lo bajo.

- Bien, ya pueden entrar.

- Hemorragias nasales – murmuró la pelirroja alzando ambas cejas. Adrik puso una mano en su hombro con una sonrisa ladeada.

- Ya sabes Kilia, nada de pasarte a la sala donde estaré. Sería un problema si te desmayas – la aludida le golpeó con el codo en las costillas sintiéndose ofendida.

- Como si quisiera verte, señor demonio arrogante – masculló avanzando a la puerta 1 – de todas formas ya te he visto y no me he desmayado… aunque no puedo decir lo mismo de ti – y con la sonrisa burlesca, se perdió tras la puerta dejando al pelinegro con una extraña sonrisa.

-Tú aroma…

- Lobo – cortó el Záitsev – estoy seguro que tú desprendes un aroma similar cuando pasas estas situaciones con tu compañera – el bicolor asintió tras un rato manteniendo una extraña sonrisa. Avanzó luego de Adrik por la puerta 2 luego de despedirse de su loba.

La enfermera dio su aprobación cuando los estudiantes de primer año pasaron ordenadamente a sus salas respectivas, sin embargo, aún faltaban algunos para la revisión que debían estar enredados en sus sábanas.

El sol de la mañana pegaba en sus ojos negros, haciendo que esta se levantara, primero vio a su alrededor para ver que habia cambiado. En eso noto que las camas de la loba, Kaili y Matsu estaban echas. Tal vez se habian ido a desayunar, asi que opto por hacer lo mismo que ellas.

Se cecipillo el cabello para después trenzarlo y después ir directo al comedor donde de seguro estarian desayunando, cuando cerro la puerta se dio cuenta de que algo estaba pegado en ella. Era el anuncio de la revisión medica, se le habia olvidado por completo y para colmo era a las 8:30 de la mañana reviso su reloj iban hacer casi las nueve, se maldijo para sus adentros, por que las demas no la habian despertado si ellas sabian.

Salio corriendo lo mas rapido que sus piernas le permitian y por fin llego al hospital, pensando que tal vez no seria demasiado tarde para la revisión. Llego a donde hace algunos momentos las chicas habian estado y vio dos puertas no habia ninguna enfermera que le dijera en cual entraria asi que fue por la numero dos.

Cuando lentamente abria la puerta pensaba que de seguro la loba la regañaria por despertarse tarde y llegar a esa hora asi que evitaria el conacto visual y seria mejor cerrar los ojos.

Saya: Perdonen por la demora – dijo con una sonrisa, mientras sentia como las miradas se centraban en ella, los abrio para ver la mirada de sus compañeras pero para su sorpresa no fue las miradas que espera encontrar si no la de sus compañeros sin camisa y emplena revisión medica.

Sasuke: asi que has venido a espiarnos bajita – dijo con altaneria

Saya: a … es que … yo – dijo a medias o trato de disculparse pero fue en vano ya que las palabras no salian de su boca y no sabia como defenderse

Doctor: la sala de la chicas es la numero 1 – dijo un poco divertido por la actitud de esta

Saya no dijo nada solo salio de ahí lo mas rapido que pudo ya que de seguro seria la burla durante un tiempo por ser tan despistada.

Al salir se recargo en la pared su corazon latia a mas no poder, dio un suspiro y fue hacia la primera habitación en donde estarian las chicas.

Abrio la puerta y ahí estaban sus compañeras esperando su turno para ser checadas. Cerro la puerta tras de si recargandose un poco la imagen de los chicos sin camisa se hacia presente en su mente, mientras un pequeño hilo de sangre bajaba por su nariz.

Isil: viste a los chicos sin camisa verdad

Saya no dijo nada su cara se puso de mil colores nuevamente mientras una Kaili suspiraba resignada.

- ¿Examén de sangre? -preguntó Matsu.

- Si señorita Tian, ¿algún problema con ello? -respondió la enfermera mientras continuaba con su labor, anotando los datos de las pacientes.

- No, es sólo que no le veo la necesidad a todo esto -habló de nuevo ocultando el panico que tenía, aunque no lo estaba logrando realmente, su miedo era tan obvio como la molestia de Isil y Utah, o incluso la verguenza de Sayaka . Si había algo que le desagradaba más que nada en el mundo eran los hospitales-. Además, ¿quién nos va a realizar los dichosos examenes?

- Mire señorita, primero calmese. Y segundo no debe preocuparse ya que el médico que realizará las pruebas es uno de los mejores, no debe preocuparse- la tranquilizó la enfermera.

- ¿Le tienes miedo a las agujas? -preguntó Kaili con una sonrisa comprensiva.

- Yo no tengo miedo.

- Pues que raro, porque huele como si estuvieras aterrorizada -se pronunció la loba con un ligero deje de burla, la rubia podía afirmar lo que quisiera, pero era ridiculo que mintiera, jamás engañaría a sus sentido, aún menos a sus agudo olfato.

- Pécore... a ti nadie te pregunto loba...- fue todo lo que alcanzó a pronunciar antes de ser interrumpida.

Matsu parecía tener problemas con las agujas. Kaili podía comprender su situación, sin embargo, le preocupaba más que le extrajeran sangre. ¡Su sangre!

- Yo no quiero pasar por el examen de sangre – dijo llamando la atención de sus compañeras y las enfermeras. Isil frunció el entrecejo al oler la falta de miedo que normalmente venía con esa negación.

- No se trata de que usted no quiera, sino a que usted “debe” realizar el examen – explicó la enfermera pensando que tenía a una chica problemática más en esa inofensiva revisión.

- ¿Si no realizo el examen significa que no puedo seguir estudiando aquí? – cuestionó, su exasperación creciendo poco a poco. Al parecer eso lo comprendió Utah, que se giró nuevamente a mirar a la pelirroja en silencio. Matsu mantuvo su sonrisa divertida, pensando que habían cambiado las tornas - ¿Es realmente una obligación permitir que me quiten sangre?

- Usted podrá reponer esa sangre cuando ingiera alimentos ricos en azúcar – respondió la enfermera mirando la ficha - ¿cuál es su apellido?

- Lischstën – inconscientemente apretó el medallón que contenía el alma de su compañero. La frustración comenzaba a crecer al ver la actitud inamovible de la enfermera, pero aún no quería dar su brazo a torcer. No le tenía miedo a las agujas, ni tampoco a ver sangre, pero no soportaba la idea de que su sangre estuviese para ser estudiada.

“Kaili, ¿estás bien? ¿Debo matar a alguien?”. Se sobresaltó al escuchar a Adrik en su cabeza. Parpadeó mirando a ambos lados mientras la enfermera hablaba con otra para informar al doctor a cargo. “Un examen de sangre”, respondió sintiendo las miradas que lanzaban sus compañeras de soslayo. “No puedo matar a un examen de sangre”, fue la respuesta sarcástica seguida de un bufido. “No eres de mucha ayuda, señor demonio”, murmuró en su mente.

- Al instituto Hajime llegan alumnos de toda clase de linajes – habló una enfermera en tono conciliador – tenemos el equipo necesario para cualquier tipo de sangre. Intentaremos reducir en lo mínimo el dolor – intentó tranquilizar. Sayaka bufó con burla. ¿Quién podría temer tanto a un pinchazo de una pequeña aguja?

“Kaili, si no dices demasiado, no te drenarán para conservar tu sangre y hacer las pruebas”. Adrik tenía razón, pensó. Pero ellos podrían pedir más sangre al ver que la muestra se evaporaba al pasar unos minutos y dejaba una sustancia extraña inidentificable. Eran escasas las personas que conocían las propiedades de la sangre Lischstën. Tal vez el lobo, Giro, podría saberlo. Encontró la curiosa mirada de Isil y desvió sus ojos a otro lado de la sala.

Matsu pasó sus manos por sus brazos alejando el escalofrío cuando la enfermera la llamó a la siguiente sala y la otra enfermera salió sin decir nada, salvo mirarla unos momentos.

Molesto, eso era demasiado molesto. Los híbridos siempre eran el punto de mira en todas las revisiones de los médicos. Ellos ansiaban estudiarlos hasta el más mínimo detalle, como si sirvieran para un espectáculo de circo o para crear una nueva raza indestructible que manipularían para su conveniencia.

También le molestaba como presionaban sus colmillos con la excusa de comprobar si estaban fuertes y sus dientes estaban sanos. Él no necesitaba comer carne para saber exactamente como de fuerte estaba su dentadura. Esperaba que Isil no hubiese reaccionado bruscamente cuando le hubiesen hecho la misma inspección. Aunque le preocupaba más su reacción ante el tener que quitarse parte de su ropa. Había buscado su olor y parecía bastante tranquila, aunque contestona, al contrario de las otras chicas que habían allí. Reconoció el olor de Saya, las mejillas de la cual aún ardían. Al menos ya no sangraba por la nariz. No ha visto nunca a un hombre semidesnudo, pensó.

Pero lo peor estaba por llegar.

Intentó distraerse observando a sus compañeros mientras acariciaba su melena. El ojigris no se encontraba allí, y era extraño, pues cuando despertó él no estaba en su cama. Adrik parecía concentrado, el asiático también se distraía mirando los estantes, y el Uchiha, ése, se quejaba porque era su turno para el análisis de sangre. Cuanto antes lo hicieran mejor para él, ya estaba algo cansado de la alarmada olor de los médicos cuando veían que su sangre era gris. Era híbrido y mestizo, ¿qué esperaban?

Estaba tan molesta, no le agradaba para nada la idea de que le clavaran agujas en su cuerpo y aún menos le gustaba eso de que le extrajeran sangre. Se levantó de su silla y estaba a punto de salir corriendo cuando apareció el médico quien notó que la rubia estaba a punto de huir.


- Bien, creo que tú sigues así que ven para acá -dijo el rubio tomándola por el brazo e introduciéndola en el cubículo de toma de muestras-. ¿No estaría tratando de huir señorita Lenormand?

- ¿Cómo lo sabe? -le cuestionó la rubia, que se había puesto terriblemente pálida. No había usado su apellido en años, no le había hablado a nadie de su pasado, se supone que el único que lo sabía era el director y no se supone que alguien más debiera saberlo-. ¿Quién se lo dijo?

- Nadie, es sólo que no has cambiado nada en años... además te pareces a tía abuela, Evangeline si mal no recuerdo.

- ¿Cómo sabe tanto? ¿Quién es usted?

- Sólo un médico, oh y también su nuevo maestro de necromancia -respondió el hombre con una enigmática sonrisa.


Entonces la rubia lo comprendió, seguramente la había visto alguna vez en la Mansión Lenormand, al parecer era conocido de su abuelo. Al menos por la forma en la que hablaba de él no parecía indicar que fueran muy amigos, eso era bueno.


- Ahora me retiro, debo ver las pruebas de todos.

- ¿Puedo pedirle algo?

- No tiene que hacerlo, no le contaré a nadie quien es usted, aunque no creo que pueda ocultarlo mucho tiempo. Hasta pronto.


El médico salió de la sala dejando algo descolocada a la rubia. El hombre parecía tener algo de prisa, seguramente estaba desesperado por ver los exámenes de los híbridos, o los del Záitsev, o los de cualquiera de sus singulares compañeros, que debía reconocer eran bastante especiales. Realmente parecía que en ese lugar los consideraban cobayas o algo por el estilo, eso era realmente molesto. De repente una de las enfermeras se adentró en el cubículo con una caja llena de jeringas y otra con muchos tubos para recolectar sangre.


- Espero que ya esté lista señorita, no será nada, seguro que no le dolerá.

- Si claro -farfulló la rubia.


La enfermera tomó su brazo con delicadeza y después de localizar la vena de Matsu, procedió a clavar la aguja.


- MERDE! -gritó la rubia al sentir como su sangre era extraída.






En la sala 2 todos estaban algo cansados. Sobre todo el lobo, que no sólo se veía bastante molesto (cosa comprensible pues realmente a un conejillo de indias le habrían dado mejor trato), sino que también lucía muy preocupado por Isil, probablemente temía que ella tuviera que pasar por una revisión tan incómoda como la de él. De todas formas faltaba muy poco para que se marcharan, ya que sólo faltaba que tomarán la muestra de sangre de Adrik.

El chino salió del cubículo donde estaban tomando las muestras de sangre, restregando su brazo ligeramente entumecido. Se acomodó en una silla junto a Giro y procedió a relajarse, hasta que un grito venido desde la sala en la que estaban las mujeres rompió el silencio de la sala.


- MERDE!


El marcado acento francés delataba a la dueña del "desgarrador" grito.


- ¡Matsu! -se alarmo el de ojos grises al escuchar a su compañera, sabía que no era algo grave, sin embargo no podía dejar de preocuparse por ella.

- Creo que a tu amiga no le agrado mucho el examen de sangre -habló Adrik con un ligero tono de burla en la voz, tratando de disimular la preocupación que sentía por Kaili.

- Señor Záitsev pase por aquí, es su turno -lo llamó un enfermero desde el cubículo.

Le hizo un poco de gracia ver que tan expresivo era Lian cuando se trataba de su compañera, aunque sabía que más que gracia, sentía deleite por la preocupación que mostraba. Él también estaba preocupado por Kaili.

- Adrik Záitsev – el aludido se levantó de la silla y pasó a la otra habitación donde un hombre rubio esperaba a medida que movía suavemente un tubo de cristal que contenía un poco de sangre. Aquel hombre apestaba a muerte… era una agradable presencia.

- Un contenedor vacío de los Záitsev – apuntó el rubio indicando que se sentara.

- Usted pasó demasiado tiempo en el cementerio para obtener ese humor tan peculiar – murmuró el ambarino.

- Nos entenderemos bien. Mi nombre es Fausto VIII y seré tu nuevo profesor de necromancia, aunque en estos momentos soy el doctor que lleva acabo el examen de sangre – explicó acomodando una jeringa de vidrio. Adrik miró el objeto y una lenta sonrisa torcida apareció en su rostro.

- Usted esta bien informado, profesor – alabó – pero incluso con una jeringa de vidrio y una aguja de titanio, tendrá escasos minutos antes de que mi sangre se evapore.

- No te preocupes, tengo una teoría que podría servir para analizar tanto tu sangre como la de tu compañera Lischstën.

- ¿Usted se refiere… - entrecerró los ojos que brillaban de diversión – a someter los venenos a análisis?

- Por supuesto que esa teoría fue probada por alguien perteneciente al consejo de ancianos, pero ellos no contaron con un buen lugar para guardar los vapores tóxicos. Durante ese tiempo murió mucha gente por descuidos tontos – comentó abriendo el pequeño frasco de vidrio violeta tornasolado.

- Parece bastante preparado – tanteó apoyando su brazo sobre la mesa. Fausto se tomó su tiempo en examinar el lugar correcto por donde estaría la vena; preparó la aguja y pinchó la piel blanquecina mientras el líquido negro y espeso llenaba lentamente las paredes vidriosas de la jeringa.

Le tomó alrededor de dos minutos sacar una cantidad suficiente para vaciarla en el recipiente violeta. Tanto Adrik como el propio Fausto notaron el vapor oscuro que comenzó a generarse a medida que el nivel de la sangre bajaba hasta dejar el recipiente completamente oscuro por el humo.

- Ya hemos terminado – avisó sin quitar la mirada de las volutas que se formaban y deshacían.

- Ya quiero saber como abre eso sin que le salte el humo a la cara, profesor – murmuró la irónica despedida y cerró la puerta para volver a la sala con sus compañeros.

Al parecer se estaban turnando, pensó, una de la sala 1 y luego uno de la sala 2. Si no estaba equivocado, ahora tocaría a Kaili. La preocupación bailó en sus ojos una milésima antes de sentarse y espera el siguiente examen.

El Uchiha dio una mirada desdeñosa y el lobo frunció la nariz, seguramente sintiendo el aroma de su sangre. Fei parecía atento a la pared que separaba ambas salas, en espera de noticias de Matsu. Se encogió de hombros notando que faltaba uno de los chicos y lo dejó pasar. Tenía curiosidad por la reacción de su compañera. Tal vez se desharía en disculpas cuando viera que su sangre se evaporaba, pero sería lo suficientemente tozuda para no permitir que la aguja se acercara nuevamente a su impoluta piel.

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Involuntariamente dio un salto cuando la enfermera entró a la sala y revisó la ficha vagamente antes de posar su mirada en ella.

- Kaili Lischstën – caminó con paso calmo y atravesó la puerta sintiéndose como si caminara al matadero. Tal vez no era tan malo, pero no quería saber la expresión que pondría el doctor si veía su sangre de color extraño evaporándose para convertirse en un líquido inidentificable.

- Señorita Lischstën – saludó el doctor rubio indicando la silla con un dedo. Sus ojos azules no dejaban de mirar el humo oscuro que se arremolinaba en el recipiente violeta. La pelirroja alzó ambas cejas al percatarse de quién era ese humor – estoy al tanto de las peculiaridades de su sangre, le aseguro que sólo pediré una muestra de sangre.

- Gracias… creo – murmuró subiendo la manga de su blusa y poniendo el brazo sobre la mesa.

- Fausto VIII, estoy a cargo de la clase de necromancia – la chica asintió cuando la enfermera puso la liga en su brazo. El rubio se acercó y dio la indicación de que trajeran otro frasco de vidrio igual al que había tenido en sus manos momentos antes – tu compañero no se quejó, pero posiblemente a ti te moleste un poco que la aguja sea diferente. Las pupilas de sus ojos se contrajeron al ver la aguja de titanio que siempre tendía a ser más ancha y larga que las comunes y corrientes. Era de esperarse, se dijo al recodar cuantas veces la habían pinchado con una de esas.

- Tiene tres minutos antes de que las propiedades de mi sangre cambien – murmuró. Fausto prestó atención al comentario y ladeó su rostro con curiosidad.

- ¿Qué quiere decir?

- Yo soy una Lischstën, no una Záitsev. Mi sangre reacciona de distinta manera a exponerse al aire y las partículas que hay aquí – él asintió palpando su brazo para encontrar la vena.

- ¿Cómo podría reaccionar su sangre? –cuestionó pinchando el brazo. La pelirroja dio un pequeño salto antes de responder.

- No se volverá vapor, será un líquido nocivo de color brillante que corroe si no tiene cuidado a manipularlo – desvió su mirada al frasco de vidrio reconociendo el mineral – el cristal de Edelweiss puede soportar la corrosión tanto de la sangre Záitsev y la Lischstën – el líquido brilló en la jeringa como si fuese rubíes líquidos. Cuando Fausto lo vació en el recipiente y lo cerró. Miró con atención como el color rojo se aclaraba hasta volverse de un tono plateado cercano al blanco, pero sin perder el brillo violeta que daba gracias al vidrio.

- Puede volver a la sala, señorita Lischstën – la pelirroja se levantó enseguida y en el camino pasó un poco de saliva para que cicatrizara rápidamente la pequeña herida.

Matsu la miró con curiosidad, aún frotando su brazo, y no quiso prestar atención al resto. Lo más difícil pasó para ella y eso era lo que importaba. Alzó la mirada viendo a la loba que la miraba con una ligera sonrisa. Dio por hecho que su expresión de alivio era demasiado obvia, pero no le importó.

La enfermera salió otra vez y miró la ficha antes de posar su mirada en otra chica.

No necesitaba que pronunciasen su nombre para saber que la llamarían en ese instante; ella era otro animal de circo. Bajó de su camilla de un saltó y se dirigió hacia la puerta que conducía a la sala que olía a muerte, cerrándose tras de sí.

Miró fijamente a los ojos de cielo que se clavaban en los suyos. Podía sentir su ansiedad por tenerla cerca, pero no era por su sangre. Igualmente, su sangre se entremezclaba entre el gris y el rojo habitual, no era como la de su lobo. El rubio la indicó para que se sentara junto a él, con una sonrisa en su rostro.

- Disculpe, ¿podría hacerlo en mi brazo izquierdo? Es donde se aprecia mi vena.

Él asintió.

- ¿Señorita... Lampe?

- Así es, ¿y usted es?

- Fausto VIII -limpió su vena con alcohol mientras la enfermera le proporcionaba tres tubos y la jeringuilla-, va a ser un placer ser su profesor.

- Igualmente -sus palabras eran sinceras. Aquella sonrisa la inquietaba. No era la sonrisa habitual de alguien que disfrutaba de su trabajo, sino de una persona que tenía ante sí una reliquia; y lo decía su olor. Chasqueó la lengua cuando la enfermera colocó en su brazo una tira elástica.

- Cierra el puño para que la vena sobresalga... ¿Te dan miedo las agujas? Me miras extrañada -ella negó-. Mejor... no quiero que grites como la señorita Tian. Van a ser tres tubos, como a su compañero, así que procuren alimentarse bien después.

- Eso procura... ¡ay! -exclamó al sentir la aguja.

Cuando terminó, apretó con fuerza la herida con un algodón y lo arrancó dejando un pedazo para sostenerlo con esparadrapo. Dejó los tres tubos con la indicación sobre la mesa y observó como el gris y el rojo se entrelazaban, sin mezclarse.

- Ya está, presiona fuerte para que no quede hematoma. La sangre de su amigo es bastante curiosa... pero la suya también lo es.

- Él es mestizo, yo sólo soy híbrida.

- Lo sé.

La enfermera abrió de nuevo la puerta para que ella pasara. Se sentó de nuevo, observando a la pelinegra. Sabía que era su turno e hizo un gesto a Saya, quien no recibió la noticia con muchas ganas.

Entreabrió sus labios. No quería ser escuchada, aunque sabía que Utah sentiría sus susurros. ¿Pero qué importaba si su lobo así se tranquilizaría?

- Dumm Wolf
- Schafe -respondió desde la otra sala.

La bicolor la miró, extrañada. Isil sólo se limitó a sonreír.

No le gustaba que le sacaran sangre lo odiaba no era por que le doliera si no por el simple echo de sentir la jeringa atravesar su piel.

Se paro sin mucho entusismo cualquier excusa estaria de mas, asi que fue con el doctor, un hombre de cabellos rubios y ojos azules.

Sientese por favor señorita takahashi – dijo mirando su expediente

Asintio y se decubrio el brazo derecho dejando ver pequeñas cicatrices que habian producido las muestras de sangres anteriores.

Parece que no es la primera vez que le sacan sangre - dijo el doctor preparando la jeringa y los 3 tubos de sangre.

Por cierto como se llama – dijo saya con tranquilidad

Fausto VIII – dijo limpiando su piel con un poco de alcohol, mientras le daba una señal a la enfermera para que se fuera.

Gracias – dijo con tranquilidad mientras esperaba la jeringa que atravesaria su piel.

Padese alguna enfermedad? – dijo fausto

No, las muestras de sangre eran para el chequeo de rutina de la familia que se hacia cada mes – dijo con tranquilidad

No sintio cuando la jeringa atraveso su piel, solamente la sangre salir por ese pequeño orificio.

Coma adecuadamente para recuperar la sangre – dijo al terminar y etiquetar los frascos con su respectivo nombre y tipo de sangre.

Gracias – dijo para salir de ahí.

No habia sido desagradable por que no habia sentido como aquellas veces la jeringa en su piel. Se volvio a sentar en su asiento y respiro profundo.

Mientras con Fausto la sangre de Saya pasaba de un rojo a un azul marino, era fascinante una vocalid hace mucho que no habia tenido a alguien asi en su consultorio.